Con apenas 18 años, el músico venezolano Mario Capodicasa viajó por todo el mundo de la mano de la Orquesta Sinfónica Juvenil de Caracas. Ahora se ha asentado en la norteña ciudad española de Santander para abrir, «más que una tienda» de instrumentos sinfónicos, una «galería» que busca ser referente de la música en la ciudad.
Así nace DiCappo Music, un local que pretende responder a la necesidad de los músicos de comprar instrumentos sinfónicos sin tener que salir de Cantabria, región del norte de España donde se ubica Santander.
Capodicasa explica que los instrumentos de viento y cuerda que cuelgan de las paredes del local los ha diseñado él y llevan su sello, una ‘O’ con sombrero y pipa. Su propio contrabajo no es menos.
«Siempre quise ser lutier, pero los lutieres no me dejaron porque decían que mis manos como músico eran mucho más valiosas», explica embarcado en este nuevo proyecto musical que, por fin, le permite cumplir su sueño.
El músico toca más de 20 instrumentos, pero el contrabajo es el suyo, el que le acompaña, con el que creció y se formó en El Sistema, la gran organización de orquestas y coros juveniles infantiles de Venezuela.
Capodicasa ha tocado con grandes músicos de la talla del compositor de bandas sonoras Hans Zimmer, o el saxofonista de jazz latino Paquito D’Rivera.
Tras pasar por diferentes orquestas del mundo como la Jalisco Philarmonic o la European Philharmonic Orchestra of Switzerland, el contrabajista llegó a Madrid en 2018 y, más tarde, decidió instalarse en Cantabria, donde trabaja en su Orquesta Sinfónica.
Un proyecto familiar
Además de vender instrumentos, la galería busca acoger clases, recitales, charlas y debates en torno a la música y consolidarse como un centro cultual en Santander.
Capodicasa viene de una familia de músicos que también han ayudado a sacar adelante este proyecto, y su madre, Miri, es quien lleva la recepción del local y recibe junto a Mario a los clientes y visitantes.
“El sabor de DiCappo es de la familia”, asegura el músico, y explica que el local fue ideado y construido gracias al esfuerzo de Mario y toda su familia.
El barrio ha acogido el proyecto con cariño, cuenta el músico, y muchos vecinos se acercan a agradecerle haber «traído la música al barrio» y dar vida a una zona en la que antes los jóvenes «hacían botellón» (se juntaban para beber en la calle).
Muchos de ellos dejan su firma en el libro de visitas que Mario ha puesto en la entrada del local y algunos, incluso, le traen regalos y comida.
EFE