Chicago ha sido presentada por el trumpismo desde la campaña presidencial como una ciudad presa del crimen, hoyo sin ley y hasta zona de guerra. Como el gran ejemplo del caos y la desgobernanza supuestamente generadas por su estatus de ciudad santuario, que impide a las fuerzas de seguridad colaborar con la agencia migratoria para identificar, detener y deportar inmigrantes indocumentados. Trump prometió que sería en Chicago donde comenzaría el desmantelamiento de estas jurisdicciones que limitan la colaboración local con el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE) y el ahora presidente ha consumado las amenazas. El Gobierno ha abierto todos los frentes con una demanda contra Chicago e Illinois y una investigación a varias ciudades en la Cámara de Representantes.