Donald Trump lanzó la semana pasada un órdago. Propuso como fiscal general a Matt Gaetz, una de las personas de su círculo menos indicadas para ese puesto. Su falta de experiencia y preparación, así como los escándalos que arrastraba como equipaje, convertían la propuesta en una especie de prueba de resistencia del sistema. Si Trump era capaz de sacar adelante ese nombramiento, demostraría que tiene el Congreso a sus pies y, por tanto, a nadie dispuesto a poner coto a sus excesos. La resistencia de la vieja guardia republicana, sin embargo, ha obligado al presidente electo a sacrificar a su candidato. En su lugar, ha elegido poner al frente del Departamento de Justicia a Pam Bondi, aliada fiel, negacionista electoral, conservadora recalcitrante y entregada al trumpismo, pero más presentable. La retirada de Gaetz supone el primer revés importante que ha sufrido Trump desde su victoria en las elecciones el pasado 5 de noviembre.