En el siglo XXI los golpes de Estado con tanques en las calles son la excepción, véase Egipto en 2013. Lo habitual es disfrazar la ruptura del orden constitucional con un elaborado envoltorio legal. La Policía Federal de Brasil sostiene que esa fue la vía usada en su intentona golpista por Jair Messías Bolsonaro, un capitán retirado del Ejército que se formó durante la dictadura. Presidente en ejercicio, elaboró un decreto para aferrarse al poder y no dar el relevo al rival que le derrotó en las urnas, el izquierdista Luiz Inácio Lula da Silva. Esa orden presidencial, que Bolsonaro nunca llegó a firmar, allanaría el camino para que los militares asumieran el control y los resultados electorales fueran anulados. Un golpe moderno, sin tiros. Quizá con sangre, porque idearon matar a Lula. Fracasó la asonada, según los investigadores, porque dos de los tres jefes de las Fuerzas Armadas se plantaron ante la propuesta presidencial de alzarse contra el presidente electo.