Inunnguaq Jensen le pide un cigarrillo a cada fumador que ve por las calles de Nuuk, la capital de Groenlandia. Cuando además de tabaco le ofrecen fuego, explica con timidez que prefiere guardarlo para más tarde. El joven, de ojos rasgados, tez morena, bigote poblado y aspecto desaliñado, sostiene que hasta hace unos días nunca le había interesado la política. “El martes votaré por primera vez”, asegura con cierto orgullo. “Aún no tengo claro a qué partido, pero a alguno que sea claramente independentista. Aquí somos muy pocos, pero tenemos muchísimos minerales, gas y petróleo por explotar, además de la pesca”, desarrolla. “Podríamos ser tremendamente ricos. Yo tendría un empleo fijo y hasta podría comprar cigarros”, sentencia Jensen, de 23 años y que jamás ha salido de Nuuk.