La noche no ha dado tregua, ninguna tregua, en el condado de Los Ángeles. Los arrasadores fuegos y los vientos de más de 160 kilómetros por hora han ido llevándose a su paso todo lo que se les ha puesto por delante: coches, matorrales, casas y barrios enteros que han desaparecido engullidos por las llamas. Tres zonas son las más preocupantes: la primera, donde empezó todo, en Pacific Palisades, al sudoeste, entre la costa del Pacífico y la montaña; la segunda, el fuego de Eaton, que afecta a dos localidades al noreste de la ciudad, Pasadena y su gemela del norte, Altadena, que ha dejado dos fallecidos por el momento; la tercera, la declarada más tarde, la del fuego de Hurst en la zona de Sylmar. Hay más de mil edificios destruidos. La alcaldesa de la ciudad, Karen Bass, ha declarado el estado de emergencia. “Hacer caso a las órdenes de evacuación es la diferencia entre vivir o morir”, ha afirmado tajante Jim McDonnell, el jefe de policía del condado de Los Ángeles.