Cada diciembre, desde hace más de cien años, la ciudad de Los Ángeles organiza un servicio religioso para honrar la memoria de los muertos que nadie reclama en las morgues y sepultar sus cenizas en una fosa común. Es una tradición que comenzó en 1896, donde participan sacerdotes, pastores y líderes religiosos de distintas denominaciones. Entre cantos sagrados budistas, oraciones católicas, judías y musulmanas pronunciadas en media docena de lenguas e himnos interpretados por la Street Symphony, este año fueron enterrados los restos de cerca de dos mil personas que murieron solas en 2021, durante la pandemia del Covid-19. Quiénes fueron mientras estaban vivos será una incógnita para siempre.