Nayib Bukele tenía sentimientos encontrados. Posaba sonriente para las fotos oficiales, pero reconocía en su discurso que estaba triste y lleno de nostalgia. “Se va un gran amigo”, declaró el mandatario salvadoreño el 18 de enero de 2021, en la ceremonia de despedida que organizó para Ronald Johnson, el embajador estadounidense. Dos días antes de que hiciera sus maletas, Bukele entregó al diplomático la Orden Nacional José Matías Delgado, en el grado de Gran Cruz Placa de Plata, una de las condecoraciones más altas del país centroamericano. En ese mismo acto, Johnson se convirtió en la primera persona en recibir la Gran Orden Francisco Morazán, una insignia creada ex profeso para distinguir su breve estancia de menos de dos años. “Después de casi 50 años de servicio al Gobierno, puedo decir que este ha sido el mayor honor de mi vida profesional”, agradeció conmovido y colmado de elogios. Casi cuatro años más tarde, Donald Trump ha vuelto apostar por el coronel en retiro, ex boina verde y veterano de la CIA con una nueva misión: ser su hombre en México, la primera línea de los intereses de Estados Unidos en América Latina.