Huniades Urbina-Medina, de 65 años de edad, vivió esa experiencia en la que las personas ven pasar la película de su vida cuando estuvo hospitalizado por varios días a principios de 2023. Durante dos días creyó que iba a morir y en ese momento pensó en que solo lamentaría dos cosas: dejar a su mamá sola y no haber cumplido su sueño de ser oficialmente profesor de la Universidad Central de Venezuela (UCV).
Aunque ya tenía años enseñando como profesor invitado, no había logrado conseguir el cargo de profesor de la Escuela de Medicina José María Vargas para la cual tenía previsto presentar concurso el 20 de enero de 2023, pero una cirugía que presentó diversas complicaciones no se lo permitió en ese momento.
“Pensé: ‘me puedo morir, no tengo nada por qué pedir perdón, no le he hecho mal a nadie’, pero sí me arrepentía de esas dos cosas. Gracias a Dios y a los médicos sobreviví. Salí el 31 de enero de la clínica y el 15 de marzo presenté mi examen, saqué 20 y me convertí en profesor oficial de la Universidad Central de Venezuela por el tiempo que me toque”, relata Urbina en entrevista para El Diario.
Una estatuilla de Hipócrates parece escucharlo mientras repasa sus vivencias en el mundo de la medicina. La escultura adorna el centro de su escritorio en la presidencia de la Academia Nacional de Medicina. Antes de ser presidente de esta institución, fue vicepresidente y secretario. También presidió la Sociedad Venezolana de Pediatría y Puericultura (SVPP) y fue director del Hospital J.M. de Los Ríos.

Aunque considera que uno de sus mayores logros ha sido tener la oportunidad de formar a nuevos médicos en Venezuela. Menciona con orgullo que muchos de sus alumnos destacados brillan en el exterior. La misma afirmación le produce nostalgia porque ellos son parte de la migración profesional.
La medicina y la pediatría lo eligieron
Urbina es de Cabimas, estado Zulia, pero en su adolescencia tuvo la oportunidad de viajar a Barbados para aprender inglés. Esa experiencia fue una revelación, pues pensó en ese momento que al finalizar el bachillerato se formaría para ser sobrecargo con Viasa, una antigua aerolínea venezolana.
“Tenía 16 años cuando estaba terminando el bachillerato y me llegó la planilla del CNU (ahora OPSU). Cuando llegó mi papá me preguntó qué quería estudiar yo y le respondí que nada”, cuenta entre risas.
Le explicó a su papá que no quería estudiar en la universidad porque su aspiración era ser sobrecargo. Su padre se negó rotundamente y le dijo que, como era bueno en biología, optara por un cupo en Medicina.

Accedió sin replicar y como era buen estudiante obtuvo un cupo en la Universidad del Zulia, de la cual egresó e hizo tres años de residencia en el Hospital de Cumaná, en el estado Sucre.
“Me dije: ‘si me toca Medicina, me toca’ y en el camino aprendí a querer la profesión. Eso de que yo quería ser médico desde chamito no es cierto, pero una vez que empecé con Medicina ya me comprometí”, explicó.
Confesó que tiene un rasgo del síndrome de Asperger y eso le permite ser multitasking, pero también le impide abandonar las cosas sin terminar.
Con la pediatría le pasó algo similar que con la medicina en general, cuando se graduó como médico cirujano dijo que estudiaría cualquier posgrado menos Pediatría, pero después de hacer sus años de residencia en Cumaná se encariño con la especialidad y decidió finalmente ser pediatra.

“En el año 1987 concurso para el posgrado y quedé en el Hospital de Niños de Maracaibo y en el Hospital de Niños de Caracas (J.M. de Los Ríos). La decisión la consulté con uno de mis profesores me dijo que si yo fuera su hijo me mandaría a Caracas. Yo venía solo a hacer el posgrado y me quedé toda la vida en Caracas y en el Hospital de Niños”, dijo.
Primero se especializó en Pediatría y Puericultura, luego en Terapia Intensiva Pediátrica. Al finalizar ese posgrado se quedó en el hospital como médico adjunto y ocupó el cargo de colaborador docente, su primer paso en la enseñanza del oficio.
“Cuando uno está trabajando como pediatra intensivista en un hospital universitario automáticamente se convierte en lo que se llamaba antes colaborador docente, que hoy día le dimos el nombre de profesor invitado. Entonces bueno, ahí comienza mi parte de docencia tanto en pediatría como en terapia intensiva”, detalla.
Urbina nunca pudo decirle a su papá que su consejo de estudiar Medicina fue acertado y que se convirtió en uno de los médicos más destacados del país.
“Mi papá se murió cuando me faltaba un año para graduarme de médico cirujano, así que no pude hablar de eso con él, pero cada vez que asciendo en algo siempre digo que si estuviera aquí igual le habría dado un infarto de la emoción”, comenta.

Oportunidades en la educación pública
Huniades Urbina-Medina estudió la primaria y la secundaria en escuelas públicas. También hizo tanto el pregrado como sus posgrados en universidades públicas venezolanas. Considera que esto es un privilegio para quienes desean estudiar Medicina, porque Venezuela es de los pocos países que permiten estudiar esta carrera sin pagar.
“¿Sabes qué es costoso?: estudiar en Colombia, sobre todo si es Medicina. Nosotros somos uno de los países que más recibe estudiantes extranjeros para Medicina. Vienen a formarse aquí porque les sale a dos lochas o gratis. De paso les damos un sueldo, le damos comida porque ese es el deber ser. Pero cuando nosotros vamos para el extranjero, si no tienes real, no te hacen ningún posgrado a menos que vayas becado”, expresa.
Comenta que él fue uno de los afortunados que recibió una beca para estudiar un posgrado de Quemadura Crítica en Japón con el apoyo de la Embajada de Japón en Venezuela. Recuerda que se enteró de la oportunidad cuando leía el periódico. Con él sumaban un total de 2.000 aspirantes para siete becas de estudio. A pesar de tanta competencia, quedó preseleccionado entre un grupo de 14 y luego se ganó un puesto entre los siete becados.

En sus estudios también figura un año de Medicina de Urgencias en Israel y una especialización en atención de niños en situaciones de desastre y terrorismo en la Universidad de Cleveland, de ahí tomó la experiencia para traer la materia de Medicina de Desastre a Venezuela.
“Esto es un compromiso que tenemos con nuestro futuro, considero que esto que hago yo en la UCV, como lo hacen todos nuestros compañeros profesores, es el pago que le doy yo a la nación por haber invertido en mí. Primaria, secundaria, universidad, dos posgrados y un doctorado los hice gratis toda la vida en Venezuela”, enfatiza.
La experiencia del profesor
Mientras rememora su experiencia académica, afuera lo esperan dos estudiantes de Medicina que previamente le pidieron si los podía recibir en la Academia para tomar unas fotografías como parte de un trabajo universitario.
Ambos se sentaron en unos muebles rodeados de reliquias médicas, certificados de sociedades científicas y esculturas tanto de médicos reconocidos como de órganos humanos.

Se levantan al mismo tiempo cuando ven salir al doctor, se saludan con un apretón de manos y él le dice a la señora Eva, la secretaria de su oficina, que los ayude con lo que necesiten para tomar las fotografías.
Aunque ese día no tenía que dar clases, Urbina hace los posible por colaborar con las actividades pendientes de los estudiantes.

Actualmente es director del posgrado de Terapia Intensiva Pediátrica, con sede en el Hospital J. M. de los Ríos. Allá acude los días lunes para impartir la materia de Medicina de Desastre, una novedad en el país, pues la Escuela de Medicina Vargas es la única que imparte esta asignatura en Venezuela.
“Yo llego temprano, por supuesto he preparado mi clase previamente; la clase dura 45 minutos aproximadamente y luego les hago una sesión de preguntas y comentarios”, explicó.

Los viernes vuelve a dar clases en el hospital, específicamente de Técnica Quirúrgica y está allí desde las 7:00 am hasta el mediodía. Fuera de las aulas tiene una agenda apretada, canta en una coral, es consejero de facultad de la escuela de Medicina y realiza actividades en la Academia. Agregó que disfruta ir al cine y a fiestas en su tiempo libre, pero que lo que le da más satisfacción es dedicarse al área académica.
“Me dedico mucho al punto de vista académico tanto aquí en la Academia como en la Universidad Central de Venezuela y lo disfruto todo, nunca me vas a ver quejándome. Yo lo disfruto todo, porque si no me gusta, no lo hago”, aclaró.
32 años de docencia
En sus 32 años de docencia ha visto muchas cosas cambiar, desde cómo se imparten las clases hasta las características de los estudiantes universitarios. Aseguró que lo más interesante ha sido el desarrollo tecnológico para dar clases.
“Yo comencé dando clases con fotografías, había que tomar la foto, llevarla a un estudio fotográfico, revelado y el negativo te lo convertían en una cajita cuadrada de cartón donde usted ponía la diapositiva. Luego vino la época muy moderna que fue con los retroproyectores: uno daba la clase con una lámina de acetato y podías escribir en ella, a veces la luz estaba tan caliente que quemaba el acetato y, bueno, finalmente llegó la época de la computadora”, detalló.
En la actualidad los docentes deben tener la habilidad de adaptarse, lo que significa incluso afrontar el reto del uso de la inteligencia artificial generativa por parte de los estudiantes. “La inteligencia artificial nos preocupa muchísimo, por eso afortunadamente también hay forma de combatirla, así que estamos aprendiendo cómo detectar que todo lo que hiciste fue inteligencia artificial”.

A su juicio, un estudiante de Medicina no solo debe ser inteligente en temas como anatomía y biología, sino que debe tener cultura general, saber escribir y hablar adecuadamente. En sus años de docencia ha aplicado estrategias para fomentar eso en sus estudiantes.
“Cuando yo estaba de jefe de terapia y urgencia en el Hospital de Niños hasta el 2012 tenía una norma en el servicio: quien hablara mal o utilizara mal el lenguaje ponía 10 bolívares en una alcancía de cochinito que teníamos. Cuando decían cosas como ‘el paciente de la cama uno’, le llamaba la atención y le decía que al paciente tenía que llamarlo por su nombre, entonces ahí tenía que poner para el cochino”, explicó.
Al final de los tres meses de rotación él y sus estudiantes abrían la alcancía para hacer un desayuno o una merienda. Otra estrategia que usaba en sus clases era pedirle a los estudiantes que leyeran el periódico diariamente y les hacía preguntas sorpresa sobre noticias o eventos que hubieran ocurrido en la semana, como quien ganó la Serie Mundial o el Miss Universo.

“Tienen que ser médicos cultos, porque cuando tú te quedas solo con la medicina, la primera vez que invitan a una fiesta te muestran el seno si eres cirujano plástico o te preguntan sobre enfermedades, pero después, si lo único de lo que sabes hablar es de medicina eres un fastidio en una fiesta”, expresó.
La relación entre el profesor y el estudiante es otro factor que ha cambiado mucho con los años. Huniades Urbina comentó que ahora los docentes deben ser más cuidadosos con su lenguaje para evitar parecer que están maltratando a los alumnos. También dice que los estudiantes pueden abusar de la confianza y cercanía de los profesores, por lo que cree que debe buscarse un balance en ese sentido.

Una mejor universidad y un mejor sistema de salud
Su afinidad por la universidad, a la que no quería ir en su adolescencia, lo ha llevado a abogar por mejores condiciones en las instituciones de educación superior y en los hospitales universitarios, especialmente en el J.M. de Los Ríos.
“Yo tengo 30 años hablando para los medios de comunicación. Siendo director del hospital metía a los periodistas para que vieran lo que ocurría. A la ministra de ese momento no le gustaba mucho, pero me respetaba, porque yo le dije que era mejor que vieran la noticia en directo y que no se especulara sobre lo que había o no en el hospital”, dijo.

En el año 2012 lo jubilaron como médico por años de servicio del hospital, cuenta que le hicieron una jubilación express como medida para que no siguiera denunciando lo que ocurría en el hospital.
Aclara que hoy en día no han cambiado las condiciones de los hospitales, en algunos casos las cosas han empeorado. Agrega que el docente tampoco tiene los recursos necesarios para enseñar ni mantenerse de forma digna. Como profesor asistente devenga 3 dólares mensuales, mientras que un decano puede llegar a ganar 15 dólares al mes.
Los rostros de José María Vargas y Luis Razetti en los espacios de la Academia Nacional de Medicina son un recordatorio constante de la excelencia médica en Venezuela, esa que Urbina espera seguir viendo en los estudiantes de las escuelas de Medicina de la UCV.

Expresó que el Ministerio de Educación Universitaria y el Ministerio de Salud deben invertir en mejorar las condiciones de los centros formativos y en los posgrados de Medicina. Sabe que las condiciones son mucho peores en el interior del país, porque lo escucha de los estudiantes que llegan de otros estados hasta el J.M. de Los Ríos.

“Cuando vienen los residentes del interior a hacer su posgrado en Caracas me dicen ‘doctor, usted si se queja’, me quejo porque yo conocí al hospital en los años 80 que era el centro referencia nacional e internacional, veíamos más de 500.000 pacientes al año, entonces yo tengo un estándar muy alto, pero cuando esos muchachos vienen del Hospital de Tucupita les parece que llegaron al Palacio de Versalles, yo les digo que este no es el hospital que quiero para mis alumnos”, alegó.
Y ese hospital que Huniades Urbina quiere para sus estudiantes es uno en el que se incremente el número de camas operativas y las condiciones para poder atenderlas. También aspira a que los médicos y los docentes ganen un salario digno, con el que puedan cubrir una canasta básica.

También piensa que se debería abrir el concurso para los cargos de médicos en el hospital, así como la implementación de un sistema en el que se valore la meritocracia, las notas y la especializaciones de los médicos. Aunque destaca que para ello es importante ofrecer salarios competitivos para estimular a los profesionales a participar.
La entrada Profesores de vida: Huniades Urbina-Medina, la vocación de formar a nuevos médicos venezolanos se publicó primero en El Diario.