Ni drogas hacia el norte, ni armas hacia el sur. Claudia Sheinbaum ha vuelto a enfatizar que no todo fueron deberes en la negociación que logró sortear su primera gran crisis bilateral con Estados Unidos, la peor en décadas en una relación acostumbrada a las turbulencias. Mientras que su homólogo estadounidense, Donald Trump, ha celebrado el envío de 10.000 militares mexicanos a la frontera compartida como una victoria sin concesiones —como suele hacer— para su Administración en la lucha contra el fentanilo y la migración irregular, la presidenta de México ha preferido centrar su discurso de este martes en la promesa del vecino de controlar el tráfico de armas ilegales que arman a los cárteles y masacran a la población mexicana: “¿Cómo es posible que en México haya lanzagranadas que se han incautado a los grupos delictivos cuando este tipo de armas de alto poder solo es de uso exclusivo del ejército en Estados Unidos?”