
El pasado 3 de febrero hubo un paro de inmigrantes: a lo largo de todo Estados Unidos, numerosos negocios permanecieron cerrados, niños no fueron a la escuela y trabajadores no se reportaron a sus puestos. Fue una protesta contra el Gobierno de Donald Trump, que en menos de tres semanas en el cargo se ha centrado en atacar, criminalizar y aterrorizar a la comunidad migrante con una avalancha de políticas en su contra. La protesta del pasado lunes se viralizó tanto que se ha convocado otra para el 3 de marzo y es probable que sigan haciéndose cada mes. Los organizadores buscan que todos los inmigrantes del país —más de 47,8 millones— se queden en casa durante un día, para así mostrar lo que sería una jornada sin ellos. Porque si el presidente lograse su objetivo, en Estados Unidos no habría inmigrantes: se deportaría a todos los que hayan entrado al país de forma irregular y se revocarían las protecciones legales de aquellos que han logrado regularizar su estatus.