Un humo negro y constante hace aún difícil acercarse a los escombros. Sale de los restos de cuatro edificios residenciales bombardeados esa misma madrugada por la aviación militar israelí, en una dinámica que hace apenas una semana parecía impensable y ahora se ha convertido en cotidiana en Dahiye, el antiguo hormiguero de personas, coches y motos al sur de Beirut que luce casi fantasma. Cada noche, el portavoz del ejército israelí en lengua árabe, Avijai Adree, difunde tres mapas con inmuebles marcados y ordena a quienes vivan cerca que salgan de inmediato y se alejen al menos medio kilómetro. Una media hora después comienzan los bombardeos, visibles desde la capital. El foso que el derrumbe de los inmuebles ha dejado aquí hace pocas horas es enorme. Un vehículo de bomberos se abre paso para terminar de apagar el incendio.