Poco después del ataque de Hamás, en octubre de 2023, un grupo de cowboys de HaYovel, una organización sionista evangélica de EE UU que envía cada año centenares de voluntarios a las granjas de asentamientos judíos en Cisjordania, distribuyó entre las tropas israelíes 10.000 ejemplares de una baraja de cartas con los nombres e imágenes de los 52 hombres más buscados del movimiento islamista. La idea se basaba en una baraja similar, la que los servicios de inteligencia estadounidenses entregaron a sus soldados durante la invasión de Irak, en 2003. La carta de más valor, el as de espadas, correspondía entonces a Sadam Husein, porque todos en Washington entendían que su captura (que tuvo lugar meses más tarde y acabó en su ejecución) marcaba la diferencia entre la victoria y la derrota. En la baraja de Hamás, Yahia Sinwar no era la carta de más valor, sino la reina de corazones (en un intento machista de humillarlo), pero todos en Israel tenían muy claro que, sin tacharla, el círculo de la venganza siempre quedaría incompleto, por mucho que Israel ya diese por muertos a 30 de los 52 nombres que figuraban en las cartas. Es justo este carácter simbólico el que ofrece ahora al primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, una oportunidad de aprovechar su foto de la victoria para sellar el alto el fuego en Gaza que lleva meses evitando.