“Como presidenta, nunca cejaré en la defensa de la seguridad y los ideales de Estados Unidos. Porque en la perpetua lucha entre la democracia y la tiranía, sé de qué lado estoy; y de que lado está Estados Unidos”, aseguraba la vicepresidenta Kamala Harris en su discurso en la convención nacional demócrata en Chicago. En su primera entrevista tras asumir la candidatura presidencial del partido, abordaba el pasado jueves la guerra en Gaza para sostener que, si gana las elecciones de noviembre, mantendrá la línea de su predecesor, Joe Biden, de exigir un alto el fuego inmediato pero de no cerrar el grifo de la venta de armas a Israel.
Un asesor pragmático de la era Obama
Su pragmatismo es compartido por quien ha sido su principal asesor en la Casa Blanca sobre política exterior, Philip Gordon, considerado el favorito para el puesto de consejero de Seguridad Nacional en una posible Administración Harris. Este antiguo secretario de Estado adjunto para Europa y enviado para Oriente Próximo de la era Obama es esencialmente pragmático, muy crítico de las intervenciones en el exterior movidas por el idealismo, y en especial la invasión de Irak en 2003.
“El debate de la política estadounidense en torno a Oriente Próximo sufre la falacia de que hay una solución externa estadounidense para cada problema, aunque décadas de experiencias dolorosas apunten que eso no es así… y el cambio de régimen es la peor ‘solución’”, escribía en su libro “Losing the Long Game: The False Promise of Regime Change in the Middle East” (“Perder a Largo Plazo: La Falsa Promesa del Cambio de Régimen en Oriente Medio”, 2020).
El ascenso de Gordon podría no ser el único cambio en el equipo de seguridad nacional de una nueva administración demócrata. Sería probable la marcha de los secretarios de Estado, Antony Blinken, y de Defensa, Lloyd Austin, tras cuatro años de enorme exigencia para ambos y, en el caso de este último, problemas de salud.