“¡Cuidado estén haciendo un golpe contra el pueblo boliviano! ¡No te lo voy a permitir! Si usted se respeta como militar, repliegue todas sus fuerzas. ¡Es una orden!”. El presidente de Bolivia, Luis Arce, encaró así al general Juan José Zúñiga apenas una hora después de que, a las 15 horas de Bolivia, el militar sublevado ocupara con carros de asalto y soldados la plaza Murillo de La Paz, el núcleo político del país. Las imágenes de la discusión entre el presidente, el vicepresidente y varios ministros con los insurrectos en las puertas del Palacio Quemado, sede histórica del poder boliviano, pasarán a la posteridad. En ellas, Arce aparece enfadado y resuelto. Resuenan detrás suyo los gritos de María Nela Prada, su mano derecha y ministra de la Presidencia, que le espeta a Zúñiga: “¡Traidor!”. Prada usó esta palabra porque un día antes el militar, que acababa de ser destituido del cargo de jefe del Ejército después de decir que estaría dispuesto a detener al exmandatario Evo Morales si pretendía volver a elegirse, había prometido lealtad a la línea de mando constitucional: al jefe de las Fuerzas Armadas y, por encima de este, al presidente y capitán general, Luis Arce. Al final, Zúñiga se levantó contra este junto al vicealmirante Juan Arnés, jefe de la Armada.