Estados Unidos y las potencias regionales de izquierdas (Brasil, Colombia y México, con el acompañamiento cercano de Chile) se preguntan qué hacer con Nicolás Maduro Moros, al que se le ve irritado estos días. Apenas ha dormido. En sus apariciones públicas ha lanzado miradas de impaciencia y desagrado a asesores que tardaron en darle play a un video o que no recordaban un nombre que él tenía en la punta de la lengua. En el Palacio de Miraflores no se escuchan por los pasillos sus carcajadas ni las bromas que a menudo le dedica a todo el mundo, desde Cilia Flores, la primera dama, a los guardias y a los cocineros. De acuerdo a un dirigente del PSUV, el partido oficialista, y a analistas y diplomáticos, por su cabeza nunca pasó otro escenario que no fuese el de una victoria en las elecciones presidenciales del domingo pasado. La sospecha de que el aparato de su Gobierno cometió un fraude el domingo para arrogarse una victoria que en realidad le pertenecía a Edmundo González, el candidato opositor, ha paralizado a un país de por sí convulso.