Cuando Mario Iglesias Pereira vio a un funcionario de la Embajada de Estados Unidos en la cárcel donde estaba detenido en Managua, supo que había llegado el momento de su liberación. Este hombre de piel morena, robusto, de hablar pausado, cuenta en el restaurante de un hotel de Guatemala que la presencia del estadounidense era una señal clara que de que podía dejar la prisión en la que fue injustamente encarcelado solo por expresar públicamente su apoyo a la Iglesia Católica de Nicaragua, donde el presidente Daniel Ortega ha impuesto un régimen de terror y persecución que impide todo tipo de críticas o disentimiento. “Lo más lindo es volver a sentir la libertad”, dice Iglesias Pereira con los ojos enrojecidos. “Fuimos detenidos injustamente. Algún día volveremos a nuestra patria”, afirma el hombre con temple. Él forma parte de los 135 presos políticos liberados por el régimen de Ortega el jueves y que llegaron a Guatemala escoltados por funcionarios del Gobierno de Joe Biden en un acuerdo entre ambos Estados cuyos detalles aún no han sido revelados.